EL CAMINO VERTICAL
- sencillisima
- 16 ago 2024
- 2 Min. de lectura
Vivimos inmersos en una especie de fuerza horizontal que, a modo de péndulo, nos maneja de un lado a otro obligándonos a pasar una y otra vez por el mismo tipo de experiencias. Nos debatimos continuamente entre el rol de víctima y de victimario. Permanecemos adormecidos mientras somos persuadidos por unas formas de vida que fomentan la supervivencia. Todos nos sentimos sometidos por alguien o por algo superior que nos afecta de forma inexorable. En última instancia, ante una enfermedad o ante la propia muerte, nos sentimos sometidos por una fuerza superior que gobierna nuestro principio y nuestro fin. La tendencia que nos domina a todos consiste en luchar contra eso que consideramos superior pero al hacerlo, si es que lo conseguimos, nos convertimos en el extremo opuesto. Necesito abusar para no ser abusado. Para no sentirme víctima necesito ser victimario.
Este proceso interno que nos lleva de un lado a otro a modo de péndulo, en muchos casos es absolutamente inconsciente. Cuántas veces he visto en mi trabajo casos de parejas que viven continuamente haciéndose daño el uno al otro intercambiando los roles entre el que provoca el dolor y el que lo sufre. En muchos casos se acostumbran y se acomodan en una relación en la cual cada uno mira hacia otro lado por no saber cómo solucionar sus problemas.
A todos nos resulta relativamente sencillo vernos en el papel de víctima pero sin embargo todos, de alguna manera, somos a la vez victimarios. Reconocernos en este rol resulta realmente incómodo porque nos han educado para ser buenos y a todos nos gusta estar en el bando de los que se supone que tienen la razón. Te dicen que si eres malo obtendrás un castigo. De manera que por la culpa y por el miedo al castigo nos convertimos en seres humanos dóciles y manejables, es decir, en víctimas. La mayoría, por supervivencia emocional, ocultamos al villano que llevamos dentro y lo conseguimos de tal manera que ni nosotros mismos, en muchos casos, somos conscientes de que podríamos ser inmensamente crueles cuando nos hacen daño.
La vida es un juego de apariencias y la solución consiste en saber salir de este juego de supervivencia. La salida de este laberinto interno no se encuentra en la horizontal sino en la vertical. Para conseguirlo necesitamos utilizar el recurso más valioso que disponemos: el corazón.
Despertar la fuerza del corazón consiste en encontrar maneras de vivir sin someter ni ser sometido, sin abusar y sin ser abusado. Salir del ciclo pendular es una labor que se realiza muy poco a poco. Despertar el poder del corazón nos lleva vidas.
La fuerza del corazón es el único poder real que existe y para descubrirlo, en primer lugar, debemos romper con las estructuras internas que nos obligan a entender el mundo de determinada manera. Las apariencias engañan y nada es como nos lo han contado. El dolor, la espiritualidad y el dinero son tres pilares sobre los que se sustenta este engaño ideado para que podamos descubrir qué es realmente lo que todos en el fondo anhelamos: amor.